martes, 31 de enero de 2012

COMUNICACIÓN ANIMAL Y LENGUAJE HUMANO


El lenguaje y sus particularidades son el objeto de estudio de la lingüística, al igual que cada una de las lenguas. En este artículo definiré los conceptos de lenguaje y comunicación, para profundizar en las formas de lenguaje y comunicación presentes en el reino animal y en las particularidades del lenguaje humano.

Para hablar de comunicación y lenguaje primero debemos definir estos conceptos. La comunicación es la transmisión de señales mediante un código común al emisor y al receptor. En una conversación, cada involucrado es alternadamente emisor y receptor. Pero no es menester el uso de lenguaje en la comunicación. Se puede comunicar mediante un gesto, una mirada, una expresión facial, un símbolo, un objeto, una vestimenta, el mismo lenguaje, etc. Por lenguaje, por otro lado, entendemos un sistema de signos. Aquí debemos definir estos dos conceptos: sistema y signo. Por sistema entendemos que, los signos en este caso, están organizados mediante reglas. En el caso del lenguaje humano, estas reglas corresponden a la gramática. Por signo lingüístico entendemos la asociación arbitraria entre un concepto, (rabia, mesa, esquina, azul, correr, etc.) y una imagen acústica que lo representa (palabra, fonema o sonido). El concepto es una representación mental, y puede ser un concepto imagen (derivados de impresiones sensoriales) o un concepto proposicional, es decir, una idea que tenemos sobre algo o alguien. Pero un signo puede ser también un objeto, movimiento, etc. que representa un concepto.

La asociación entre un concepto y una representación acústica (palabra) se efectúa mediante una convención, por lo que ha de ser arbitraria, que es lo que distingue al signo de un símbolo. Por ejemplo, la palabra “árbol” representa al árbol en sí, y al leerla u oírla podemos evocar miles de árboles, incluso diferentes del árbol “real” al que se refiere el emisor. Lo mismo ocurre con cada una de sus letras, que por convención sabemos qué sonido representan. En este caso, la escritura sería una representación del habla, y el habla lo sería de los conceptos o representaciones mentales de las cosas. Si vamos conduciendo, por ejemplo, y vemos la señal de un triángulo invertido, sabemos que debemos ceder el paso; lo mismo ocurre con los colores y posiciones de las luces del semáforo, que por convención nos indican si debemos parar o seguir, o si nos queda cierto tiempo. Pero si vamos por la carretera y vemos en una señal el dibujo de un auto adelantando, pero tachado, lo que vemos no es un signo, sino un dibujo, una representación gráfica que nos indica que está prohibido adelantar. Lo mismo ocurre con las señales que significan Permitido o Prohibido fumar. Si vemos una cruz, sabemos que es un símbolo del cristianismo pues aquel credo profesa que Cristo murió en una cruz (no hay arbitrariedad en la asociación). Del cristianismo viene la cruz que representa a los hospitales, y de ellos el símbolo de la Cruz Roja. Otros símbolos del cristianismo son el fuego, el agua y el pez, que representan la transformación, el renacimiento y a los primeros cristianos. Así, vemos que los símbolos evolucionan en el tiempo. Lo mismo ocurre en el esoterismo con el número 7. El origen de este símbolo es la suma de los lados de un cuadrado (figura considerada “perfecta” geométricamente), que representaría para ellos la divinidad, y los de un triángulo, que representarían nuestras tres dimensiones, formando un símbolo común en varias doctrinas. En el Apocalipsis se habla de siete trompetas, siete ángeles, siete iglesias, siete sellos, siete estrellas, etc. Aparece en la Biblia en general, incluso en el Evangelio (perdonarás setenta veces siete) y también en otras religiones (siete peldaños evolutivos en la reencarnación). En este caso, las personas han heredado la comprensión de lo que representa el número culturalmente, pero su origen no remite a una convención arbitraria, por lo que es un símbolo. Por el contrario, si vemos un signo, un ideograma chino por ejemplo, y no conocemos el idoma, no lo comprenderemos, pues para que exista comunicación se requiere un código común.

El lingüista Ferdinand De Saussure es el autor del signo lingüístico. Éste está compuesto por dos elementos: significado y significante. Las cosas serían el referente; los conceptos serían el significado, y la palabra que representa el significado correspondería al significante. Las cosas no son lo mismo que los conceptos, ni éstos son palabras. Por lo tanto, en la medida en que conocemos cosas de la realidad, desarrollamos representaciones mentales o conceptos que representamos con una imagen acústica. La asociación entre el significado y el significante es arbitraria pues se efectúa mediante convención, motivo por el cual existen entre 5 mil y 6 mil lenguas en el mundo.

Jacques Derrida, autor de la Gramatología, critica el modelo saussureano porque De Saussure asume que el lenguaje en sí mismo es hablado. De acuerdo a esto, la escritura sería algo externo, posterior al habla, mientras que el habla existiría en nuestra mente. Derrida detecta la concepción animista de suponer algo intrínsecamente humano dentro de uno, en donde residiría el lenguaje hablado. Además de reivindicar la escritura como incluso paralela a los conceptos (representaciones mentales), atendiendo a que la escritura produce ideas nuevas, Derrida realizó una importante crítica a la metafísica de la presencia, según la cual existe un aquí y un ahora existentes y trascendentales. En el ámbito de la lingüística, puso énfasis en que la representatividad del lenguaje no hace presente al referente.

Charles Piercy, científico y semiótico, propone un modelo de tríada compuesto por el representamen (signo), del cual, por su carácter representacional, se infiere un nuevo signo; el objeto (referente), y el interpretante, que correspondería al nuevo signo. Para explicarlo, J me dice o nombra algo. Es un signo dirigido a mí. Pero el representamen o signo no es inmutable como el objeto, sino que representa un concepto de J. Como el pensamiento es dinámico, al igual que el lenguaje, aquel signo produce un nuevo signo en mi mente (con una representación mental diferente a la de J) que puede ser equivalente o más elaborado. Este segundo signo o representamen que es producido se llama interpretante y es el elemento que Piercy agrega al modelo.

Roman Jakobson identifica seis componentes que cumplen funciones en el acto comunicativo mediante lenguaje: emisor o destinador, receptor o destinatario, mensaje, código, canal o contacto y contexto. Dependiendo del énfasis en cada uno, el acto lingüístico puede presentar sus respectivas seis funciones: poética si el énfasis está en el mensaje; emotiva si está en el destinador o emisor; cuando lo está en el receptor o destinario, conativa: cuando se centra en el código, la función es metalingüística; cuando se centra en el contexto, referencial; y fática si el énfasis está en el canal o contacto. Pero la comunicación no siempre es lingüística. Mediante señales, aun los animales comunican todo el tiempo estados de ánimo, estados físicos, de alerta, disposición al apareamiento, etc. Watzlawick plantea incluso que es imposible no comunicarse. Una huella u olor puede indicar al depredador que su presa pasó por allí. Ciertos colores de las aves llaman al apareamiento. En la vida urbana también hay comunicación todo el tiempo: pensemos en las señales de tránsito o en las alarmas en tiempos de guerra. Un hombre puede seducir a una mujer simplemente mirándola. Nosotros mismos podemos cambiar el significado de una misma sentencia mediante el tono. Incluso piedras, gemas y prendas de vestir pueden componer verdaderos códigos culturales, ejemplos van desde la gemoterapia a las prendas de vestir de tribus urbanas y las que reflejan cierto estatus social o autoridad religiosa, rango militar o eclesiástico, etc. Esto por no mencionar poleras de equipos de fútbol, o los códigos visuales de culturas no occidentales.

El estudio de los signos se denomina semiótica o semiología. Esta disciplina estudia desde los gestos y el llamado lenguaje corporal, al código social de los olores de los perfumes, el vestuario, la publicidad, el paralenguaje o tono en que decimos algo, etc. El estudio del lenguaje, como ya hemos dicho, es la lingüística, que comprende disciplinas tales como la gramática, la fonética, la morfología, la lexicología, la semántica, etc. La lingüística dialoga con la semiótica y con la literatura (a través de Ferdinand De Saussure), pero también con otras disciplinas, conformándose la neurolingüística (estudio del cerebro), la sociolingüística, la sicolingüística, etc., y también con el área salud, en el estudio de trastornos como las afasias, los Trastornos Específicos del Lenguaje (TELs) y la dislexia.


Habiendo definido los conceptos, podemos apreciar que en el reino animal existen diversas formas de comunicación, campo de estudio de la zoosemiótica. Los animales pueden comunicarse mediante sonidos, olores, formas, movimientos y colores. Por ejemplo, una huella puede indicar certeramente a un depredador que su presa pasó por allí, aunque eso no sea un signo. Pueden comunicarse mediante señales táctiles, olfativas, visuales y sonoras, y sus formas de comunicación varían desde las feromonas, olores que indican algo concreto, al canto de las ballenas, capaz de ser oído por otras ballenas a lo largo de varios kilómetros. Un ejemplo de comunicación visual son los colores del pavo real y de diversas aves machos para lograr el apareamiento. En el caso de las hormigas, cuando han encontrado una fuente de alimento, liberan feromonas para que las demás hormigas las sigan, por lo que caminan en filas. Si el camino es obstruido, las hormigas se dividen por ambos lados a la misma velocidad, de manera que más hormigas van a transitar por el camino más corto, y las siguientes van a seguir el camino con más feromonas. Todas éstas son formas de comunicación, pero algunas tienen particularidades más complejas. Si un animal grita o ladra, pone al resto en alerta sobre un peligro. Sin embargo, se ha descubierto que algunos monos tienen gritos diferenciados, de manera que distintas clases de gritos significan cosas concretas. Un grito de alarma, por ejemplo, avisa si el depredador viene caminando, volando o reptando. Es decir, avisan mediante un grito qué animal se acerca. Estaríamos en presencia de signos, pero no de lenguaje pues no cuentan con un sistema, una organización. Pero también existen lenguajes en animales e insectos. Uno de los lenguajes animales más conocidos y estudiados es el lenguaje de las abejas. Para indicar la distancia y la dirección de la fuente de alimento, las abejas danzan en círculo si el lugar es cercano, y en forma de ocho si está a más de 50 metros. De acuerdo a la cercanía o lejanía, la abeja especifica la distancia con la velocidad, llegando a danzar en "ocho” nueve o diez veces en 15 segundos si el alimento está a más de 100 metros. Ustedes podrán decir: “El comportamiento de los insectos está determinado genéticamente”. Sí, y el nuestro también. Lo increíble es que el código de las abejas varía según las diferentes razas de abejas, por lo que los expertos han pensado que presentan una forma de dialectos.

La diferencia entre una lengua y un dialecto es que el dialecto deriva de la lengua con ciertas modificaciones y rasgos de carácter local. Por ejemplo, los chilenos, los argentinos y gran parte de los españoles hablamos español; por ende, podemos entendernos pues manejamos el mismo código. Pero chilenos, argentinos y españoles hablamos diferente el español, el vocabulario varía, lo pronunciamos diferente incluso. Estaríamos en presencia de diferentes dialectos. Y en Chile podemos encontrar dialectos más específicos que corresponden a determinada clase social, a determinada localización geográfica (si la persona es del campo o de ciudad, si es del norte o del sur), e incluso a cierto rango de edad, pues un adulto mayor habla diferente que un adolescente, y un hombre de 30 años también. Este es el campo de la sociolingüística. A los dialectos podemos agregar los lenguajes técnicos de diferentes disciplinas. Pero debemos aclarar que el lenguaje cumple una función netamente práctica: comunicar; no hay una forma correcta o incorrecta de hablar. Los juicios de valor que se emiten continuamente sobre el lenguaje corresponden a parámetros culturales subjetivos, apuntan a lo que cierta forma de lenguaje nos dice sobre el que habla, pero la lingüística no emite juicios de valor. Debido a una falacia clasista sobre nuestra lengua, muchas personas en nuestro país emiten juicios sociales basados en prejuicios con respecto a la pronunciación de ciertos fonemas por parte de una persona (como la ch como sh), o por el nivel de vocabulario de cierto estamento social, o incluso por la clase de español que hablamos los chilenos. La verdad es que los españoles diferencian al hablar la s de la c y la z, a diferencia de los latinoamericanos. La cantidad de vocabulario varía incluso entre un idioma y otro. Una característica de cualquier lengua es que, al ser el lenguaje un sistema, un número finito de palabras puede combinarse de manera infinita para expresar cualquier idea. Y aunque un adolescente de una localidad rural aislada de Perú hable un español radicalmente distinto de un adulto mayor de la élite intelectual de Madrid, pronunciándolo distinto incluso, la verdad es que objetivamente no se puede emitir juicios de valor sobre cómo hablan uno u otro: ambos se comunican y se relacionan con su entorno con la misma facilidad. Todo ser humano que no posee Trastornos Específicos del Lenguaje puede aprender una o más lenguas durante la primera infancia con la misma facilidad, sin importar el nivel de educación, ni siquiera la calidad de la instrucción (en algunas culturas no se habla a los niños hasta que éstos manejen un lenguaje fluido).

Volviendo a las abejas, éstas serían capaces de matizar su lenguaje, sugiriendo la presencia de dialectos. El lenguaje de señas de los sordomudos también presenta dialectos, de manera que, dependiendo de la ubicación geográfica, los gestos se realizan con variaciones. En el reino animal también se han estudiado los lenguajes de los delfines y de las ballenas, que revisten mayor complejidad que el de las abejas, y que operan no sólo mediante sonidos, sino también mediante lenguaje corporal en el caso de los delfines.

Pero la comunicación en el reino animal, incluso cuando se trata de lenguaje, no posee la misma complejidad que el lenguaje humano, cuyos códigos hablado, escrito, gestual y ritual varían según la cultura. Tal como señala Noam Chomsky, los humanos poseemos una gramática. Todas las culturas humanas han desarrollado lenguas, que varían no sólo en las reglas gramaticales (algunos idiomas, por ejemplo, determinan el género no en masculino/femenino, sino en cosas animadas/inanimadas, y otros manejan hasta 5 factores simultáneos de género), sino también en la grafía y en la pronunciación. Nosotros utilizamos el alfabeto latino. El alfabeto griego, por ejemplo, además de tener distintos caracteres gráficos, cuenta con ocho vocales y con consonantes que los hispanohablantes somos incapaces de pronunciar. De la misma manera, ciertos indígenas de Norteamérica eran incapaces de pronunciar el sonido de la “b/v”, por lo que la pronunciaban como “p”. Así también, los chinos escriben con ideogramas, caracteres que representan una idea completa, escritos en vertical.

Se sabe con certeza desde principios de los 90 que hay factores genéticos determinantes en la adquisición del lenguaje por parte de cada individuo humano, así como la evolución nos ha legado adaptaciones fisiológicas que permiten el lenguaje articulado. Pero aquel tema lo abordaré en otro artículo. Lo importante es que, independientemente de nuestra predisposición biológica al lenguaje, el código, es decir, el idioma particular, es cultural pues responde a una convención que implica arbitrariedad. Incluso ciertos gestos como eructar, besar o tenderle la mano a alguien en señal de saludo, pueden poseer significados distintos dependiendo de la cultura, al igual que una misma palabra puede poseer significados diferentes en distintos dialectos.


Para consultar sobre Lingüística:

BELINCHÓN, M., IGOA. J y A. RIVIERE. Psicología del lenguaje: Investigación y Teoría.
VEGA, M. y F. CUETOS. Psicolingüística del español.
VAN DIJK, T. La multidisciplinariedad del análisis crítico del discurso: un alegato a favor de la diversidad.
WODAK, R. De qué se trata el análisis crítico del discurso.
WODAK, R. y M. MEYER. Métodos de análisis crítico del discurso.
MORENO, F. Principios de sociolingüística y sociología del lenguaje.

Para consultar sobre Semiótica:

UMBERTO ECO. Tratado de semiótica general.
UMBERTO ECO. Semiótica y filosofía del lenguaje.

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