domingo, 11 de marzo de 2012

SOBRE EL AMOR CRISTIANO O LA DOCTRINA DEL ODIO


“Los bienaventurados verán en el reino celestial las penas de los condenados, para que su bienaventuranza les satisfaga más”.

Tomás de Aquino, Padre de la Iglesia (Suma teológica, cuestión 94, artículo 1)

“A mí me parece que Dante cometió un grosero error al poner (…) sobre la puerta de su infierno la inscripción “también a mí me creó el amor eterno”; sobre la puerta del paraíso cristiano y de su “bienaventuranza eterna” podría estar en todo caso, con mejor derecho, la inscripción “también a mí me creó el odio eterno”

Friedrich Nietzsche, Filólogo y Filósofo moderno (Genealogía de la moral, Tratado Primero, artículo 15)


¿Por qué criticas mi fe? El cristianismo es bueno, predica el amor a los demás. En efecto, ésta es la posible respuesta de un cristiano para justificar sus creencias y su adhesión a la doctrina a través de una moral supuestamente intachable, tal como validan su propia moral a través de creencias doctrinales de que su ética proviene de una revelación divina, estableciendo así que la moral cristiana es superior a la ética secular que regula las relaciones sociales. La limpieza de imagen ha sido tal, que en Occidente suelen asociarse al cristianismo el amor al prójimo y el mismo concepto deprójimo. ¡Y cómo no! La Biblia está plagada de la palabraamor, tanto del amor de Dios y del Dios que es amor, como del amor a los demás, el perdón, la misericordia y la caridad. El problema es que esto es un engaño. El cristianismo no es la doctrina del amor; es la doctrina del odio y la segregación. Cuando la Iglesia y/o sus autoridades han predicado o fomentado el odio de diversas formas, a lo largo de la historia, incluso hoy, los católicos más moderados sostienen que “se han apartado del amor de Dios”, pero que esa “Iglesia formada por personas” aun así es iluminada por el Espíritu Santo. Pero la verdad es que el odio promovido por los fundamentalistas es absolutamente consecuente con la doctrina cristiana. Son los “moderados” los que, amparados en una cómoda ignorancia de su religión, combinan la vida del creyente con la vida secular según les acomode mediante un rechazo explícito a su fe, justificado en excusas e interpolaciones personales, las cuales varían de un sujeto a otro. Pero tanto el papa que predica A como el papa que predica Z, el creyente moderado o el fundamentalista, todos, adaptando la doctrina o siendo fieles a ella, se autovalidan éticamente mediante la autoridad de su dios. Tal como remeda Nietzsche (Genealogía de la moral, Tratado Primero, punto 14): “pues ellos no saben lo que hacen, ¡únicamente nosotros sabemos lo que ellos hacen”. Así, no se trata de que “el cura Gatica predica pero no practica”, sino del pregonamiento sistemático de odio y segregación desde la misma doctrina.

Antes que nada, debemos aclarar que el amor NO es un invento del cristianismo, que históricamente ha suprimido un sinfín de religiones mediante la fuerza, condenando a los paganos al purgatorio e incluso destruyendo todo rastro de esas culturas. El amor es inevitable en el ser humano en la medida en que desarrollamos apego hacia otros.

martes, 31 de enero de 2012

COMUNICACIÓN ANIMAL Y LENGUAJE HUMANO


El lenguaje y sus particularidades son el objeto de estudio de la lingüística, al igual que cada una de las lenguas. En este artículo definiré los conceptos de lenguaje y comunicación, para profundizar en las formas de lenguaje y comunicación presentes en el reino animal y en las particularidades del lenguaje humano.

Para hablar de comunicación y lenguaje primero debemos definir estos conceptos. La comunicación es la transmisión de señales mediante un código común al emisor y al receptor. En una conversación, cada involucrado es alternadamente emisor y receptor. Pero no es menester el uso de lenguaje en la comunicación. Se puede comunicar mediante un gesto, una mirada, una expresión facial, un símbolo, un objeto, una vestimenta, el mismo lenguaje, etc. Por lenguaje, por otro lado, entendemos un sistema de signos. Aquí debemos definir estos dos conceptos: sistema y signo. Por sistema entendemos que, los signos en este caso, están organizados mediante reglas. En el caso del lenguaje humano, estas reglas corresponden a la gramática. Por signo lingüístico entendemos la asociación arbitraria entre un concepto, (rabia, mesa, esquina, azul, correr, etc.) y una imagen acústica que lo representa (palabra, fonema o sonido). El concepto es una representación mental, y puede ser un concepto imagen (derivados de impresiones sensoriales) o un concepto proposicional, es decir, una idea que tenemos sobre algo o alguien. Pero un signo puede ser también un objeto, movimiento, etc. que representa un concepto.

La asociación entre un concepto y una representación acústica (palabra) se efectúa mediante una convención, por lo que ha de ser arbitraria, que es lo que distingue al signo de un símbolo. Por ejemplo, la palabra “árbol” representa al árbol en sí, y al leerla u oírla podemos evocar miles de árboles, incluso diferentes del árbol “real” al que se refiere el emisor. Lo mismo ocurre con cada una de sus letras, que por convención sabemos qué sonido representan. En este caso, la escritura sería una representación del habla, y el habla lo sería de los conceptos o representaciones mentales de las cosas. Si vamos conduciendo, por ejemplo, y vemos la señal de un triángulo invertido, sabemos que debemos ceder el paso; lo mismo ocurre con los colores y posiciones de las luces del semáforo, que por convención nos indican si debemos parar o seguir, o si nos queda cierto tiempo. Pero si vamos por la carretera y vemos en una señal el dibujo de un auto adelantando, pero tachado, lo que vemos no es un signo, sino un dibujo, una representación gráfica que nos indica que está prohibido adelantar. Lo mismo ocurre con las señales que significan Permitido o Prohibido fumar. Si vemos una cruz, sabemos que es un símbolo del cristianismo pues aquel credo profesa que Cristo murió en una cruz (no hay arbitrariedad en la asociación). Del cristianismo viene la cruz que representa a los hospitales, y de ellos el símbolo de la Cruz Roja. Otros símbolos del cristianismo son el fuego, el agua y el pez, que representan la transformación, el renacimiento y a los primeros cristianos. Así, vemos que los símbolos evolucionan en el tiempo. Lo mismo ocurre en el esoterismo con el número 7. El origen de este símbolo es la suma de los lados de un cuadrado (figura considerada “perfecta” geométricamente), que representaría para ellos la divinidad, y los de un triángulo, que representarían nuestras tres dimensiones, formando un símbolo común en varias doctrinas. En el Apocalipsis se habla de siete trompetas, siete ángeles, siete iglesias, siete sellos, siete estrellas, etc. Aparece en la Biblia en general, incluso en el Evangelio (perdonarás setenta veces siete) y también en otras religiones (siete peldaños evolutivos en la reencarnación). En este caso, las personas han heredado la comprensión de lo que representa el número culturalmente, pero su origen no remite a una convención arbitraria, por lo que es un símbolo. Por el contrario, si vemos un signo, un ideograma chino por ejemplo, y no conocemos el idoma, no lo comprenderemos, pues para que exista comunicación se requiere un código común.

El lingüista Ferdinand De Saussure es el autor del signo lingüístico. Éste está compuesto por dos elementos: significado y significante. Las cosas serían el referente; los conceptos serían el significado, y la palabra que representa el significado correspondería al significante. Las cosas no son lo mismo que los conceptos, ni éstos son palabras. Por lo tanto, en la medida en que conocemos cosas de la realidad, desarrollamos representaciones mentales o conceptos que representamos con una imagen acústica. La asociación entre el significado y el significante es arbitraria pues se efectúa mediante convención, motivo por el cual existen entre 5 mil y 6 mil lenguas en el mundo.

Jacques Derrida, autor de la Gramatología, critica el modelo saussureano porque De Saussure asume que el lenguaje en sí mismo es hablado. De acuerdo a esto, la escritura sería algo externo, posterior al habla, mientras que el habla existiría en nuestra mente. Derrida detecta la concepción animista de suponer algo intrínsecamente humano dentro de uno, en donde residiría el lenguaje hablado. Además de reivindicar la escritura como incluso paralela a los conceptos (representaciones mentales), atendiendo a que la escritura produce ideas nuevas, Derrida realizó una importante crítica a la metafísica de la presencia, según la cual existe un aquí y un ahora existentes y trascendentales. En el ámbito de la lingüística, puso énfasis en que la representatividad del lenguaje no hace presente al referente.

Charles Piercy, científico y semiótico, propone un modelo de tríada compuesto por el representamen (signo), del cual, por su carácter representacional, se infiere un nuevo signo; el objeto (referente), y el interpretante, que correspondería al nuevo signo. Para explicarlo, J me dice o nombra algo. Es un signo dirigido a mí. Pero el representamen o signo no es inmutable como el objeto, sino que representa un concepto de J. Como el pensamiento es dinámico, al igual que el lenguaje, aquel signo produce un nuevo signo en mi mente (con una representación mental diferente a la de J) que puede ser equivalente o más elaborado. Este segundo signo o representamen que es producido se llama interpretante y es el elemento que Piercy agrega al modelo.

Roman Jakobson identifica seis componentes que cumplen funciones en el acto comunicativo mediante lenguaje: emisor o destinador, receptor o destinatario, mensaje, código, canal o contacto y contexto. Dependiendo del énfasis en cada uno, el acto lingüístico puede presentar sus respectivas seis funciones: poética si el énfasis está en el mensaje; emotiva si está en el destinador o emisor; cuando lo está en el receptor o destinario, conativa: cuando se centra en el código, la función es metalingüística; cuando se centra en el contexto, referencial; y fática si el énfasis está en el canal o contacto. Pero la comunicación no siempre es lingüística. Mediante señales, aun los animales comunican todo el tiempo estados de ánimo, estados físicos, de alerta, disposición al apareamiento, etc. Watzlawick plantea incluso que es imposible no comunicarse. Una huella u olor puede indicar al depredador que su presa pasó por allí. Ciertos colores de las aves llaman al apareamiento. En la vida urbana también hay comunicación todo el tiempo: pensemos en las señales de tránsito o en las alarmas en tiempos de guerra. Un hombre puede seducir a una mujer simplemente mirándola. Nosotros mismos podemos cambiar el significado de una misma sentencia mediante el tono. Incluso piedras, gemas y prendas de vestir pueden componer verdaderos códigos culturales, ejemplos van desde la gemoterapia a las prendas de vestir de tribus urbanas y las que reflejan cierto estatus social o autoridad religiosa, rango militar o eclesiástico, etc. Esto por no mencionar poleras de equipos de fútbol, o los códigos visuales de culturas no occidentales.

El estudio de los signos se denomina semiótica o semiología. Esta disciplina estudia desde los gestos y el llamado lenguaje corporal, al código social de los olores de los perfumes, el vestuario, la publicidad, el paralenguaje o tono en que decimos algo, etc. El estudio del lenguaje, como ya hemos dicho, es la lingüística, que comprende disciplinas tales como la gramática, la fonética, la morfología, la lexicología, la semántica, etc. La lingüística dialoga con la semiótica y con la literatura (a través de Ferdinand De Saussure), pero también con otras disciplinas, conformándose la neurolingüística (estudio del cerebro), la sociolingüística, la sicolingüística, etc., y también con el área salud, en el estudio de trastornos como las afasias, los Trastornos Específicos del Lenguaje (TELs) y la dislexia.


Habiendo definido los conceptos, podemos apreciar que en el reino animal existen diversas formas de comunicación, campo de estudio de la zoosemiótica. Los animales pueden comunicarse mediante sonidos, olores, formas, movimientos y colores. Por ejemplo, una huella puede indicar certeramente a un depredador que su presa pasó por allí, aunque eso no sea un signo. Pueden comunicarse mediante señales táctiles, olfativas, visuales y sonoras, y sus formas de comunicación varían desde las feromonas, olores que indican algo concreto, al canto de las ballenas, capaz de ser oído por otras ballenas a lo largo de varios kilómetros. Un ejemplo de comunicación visual son los colores del pavo real y de diversas aves machos para lograr el apareamiento. En el caso de las hormigas, cuando han encontrado una fuente de alimento, liberan feromonas para que las demás hormigas las sigan, por lo que caminan en filas. Si el camino es obstruido, las hormigas se dividen por ambos lados a la misma velocidad, de manera que más hormigas van a transitar por el camino más corto, y las siguientes van a seguir el camino con más feromonas. Todas éstas son formas de comunicación, pero algunas tienen particularidades más complejas. Si un animal grita o ladra, pone al resto en alerta sobre un peligro. Sin embargo, se ha descubierto que algunos monos tienen gritos diferenciados, de manera que distintas clases de gritos significan cosas concretas. Un grito de alarma, por ejemplo, avisa si el depredador viene caminando, volando o reptando. Es decir, avisan mediante un grito qué animal se acerca. Estaríamos en presencia de signos, pero no de lenguaje pues no cuentan con un sistema, una organización. Pero también existen lenguajes en animales e insectos. Uno de los lenguajes animales más conocidos y estudiados es el lenguaje de las abejas. Para indicar la distancia y la dirección de la fuente de alimento, las abejas danzan en círculo si el lugar es cercano, y en forma de ocho si está a más de 50 metros. De acuerdo a la cercanía o lejanía, la abeja especifica la distancia con la velocidad, llegando a danzar en "ocho” nueve o diez veces en 15 segundos si el alimento está a más de 100 metros. Ustedes podrán decir: “El comportamiento de los insectos está determinado genéticamente”. Sí, y el nuestro también. Lo increíble es que el código de las abejas varía según las diferentes razas de abejas, por lo que los expertos han pensado que presentan una forma de dialectos.

La diferencia entre una lengua y un dialecto es que el dialecto deriva de la lengua con ciertas modificaciones y rasgos de carácter local. Por ejemplo, los chilenos, los argentinos y gran parte de los españoles hablamos español; por ende, podemos entendernos pues manejamos el mismo código. Pero chilenos, argentinos y españoles hablamos diferente el español, el vocabulario varía, lo pronunciamos diferente incluso. Estaríamos en presencia de diferentes dialectos. Y en Chile podemos encontrar dialectos más específicos que corresponden a determinada clase social, a determinada localización geográfica (si la persona es del campo o de ciudad, si es del norte o del sur), e incluso a cierto rango de edad, pues un adulto mayor habla diferente que un adolescente, y un hombre de 30 años también. Este es el campo de la sociolingüística. A los dialectos podemos agregar los lenguajes técnicos de diferentes disciplinas. Pero debemos aclarar que el lenguaje cumple una función netamente práctica: comunicar; no hay una forma correcta o incorrecta de hablar. Los juicios de valor que se emiten continuamente sobre el lenguaje corresponden a parámetros culturales subjetivos, apuntan a lo que cierta forma de lenguaje nos dice sobre el que habla, pero la lingüística no emite juicios de valor. Debido a una falacia clasista sobre nuestra lengua, muchas personas en nuestro país emiten juicios sociales basados en prejuicios con respecto a la pronunciación de ciertos fonemas por parte de una persona (como la ch como sh), o por el nivel de vocabulario de cierto estamento social, o incluso por la clase de español que hablamos los chilenos. La verdad es que los españoles diferencian al hablar la s de la c y la z, a diferencia de los latinoamericanos. La cantidad de vocabulario varía incluso entre un idioma y otro. Una característica de cualquier lengua es que, al ser el lenguaje un sistema, un número finito de palabras puede combinarse de manera infinita para expresar cualquier idea. Y aunque un adolescente de una localidad rural aislada de Perú hable un español radicalmente distinto de un adulto mayor de la élite intelectual de Madrid, pronunciándolo distinto incluso, la verdad es que objetivamente no se puede emitir juicios de valor sobre cómo hablan uno u otro: ambos se comunican y se relacionan con su entorno con la misma facilidad. Todo ser humano que no posee Trastornos Específicos del Lenguaje puede aprender una o más lenguas durante la primera infancia con la misma facilidad, sin importar el nivel de educación, ni siquiera la calidad de la instrucción (en algunas culturas no se habla a los niños hasta que éstos manejen un lenguaje fluido).

Volviendo a las abejas, éstas serían capaces de matizar su lenguaje, sugiriendo la presencia de dialectos. El lenguaje de señas de los sordomudos también presenta dialectos, de manera que, dependiendo de la ubicación geográfica, los gestos se realizan con variaciones. En el reino animal también se han estudiado los lenguajes de los delfines y de las ballenas, que revisten mayor complejidad que el de las abejas, y que operan no sólo mediante sonidos, sino también mediante lenguaje corporal en el caso de los delfines.

Pero la comunicación en el reino animal, incluso cuando se trata de lenguaje, no posee la misma complejidad que el lenguaje humano, cuyos códigos hablado, escrito, gestual y ritual varían según la cultura. Tal como señala Noam Chomsky, los humanos poseemos una gramática. Todas las culturas humanas han desarrollado lenguas, que varían no sólo en las reglas gramaticales (algunos idiomas, por ejemplo, determinan el género no en masculino/femenino, sino en cosas animadas/inanimadas, y otros manejan hasta 5 factores simultáneos de género), sino también en la grafía y en la pronunciación. Nosotros utilizamos el alfabeto latino. El alfabeto griego, por ejemplo, además de tener distintos caracteres gráficos, cuenta con ocho vocales y con consonantes que los hispanohablantes somos incapaces de pronunciar. De la misma manera, ciertos indígenas de Norteamérica eran incapaces de pronunciar el sonido de la “b/v”, por lo que la pronunciaban como “p”. Así también, los chinos escriben con ideogramas, caracteres que representan una idea completa, escritos en vertical.

Se sabe con certeza desde principios de los 90 que hay factores genéticos determinantes en la adquisición del lenguaje por parte de cada individuo humano, así como la evolución nos ha legado adaptaciones fisiológicas que permiten el lenguaje articulado. Pero aquel tema lo abordaré en otro artículo. Lo importante es que, independientemente de nuestra predisposición biológica al lenguaje, el código, es decir, el idioma particular, es cultural pues responde a una convención que implica arbitrariedad. Incluso ciertos gestos como eructar, besar o tenderle la mano a alguien en señal de saludo, pueden poseer significados distintos dependiendo de la cultura, al igual que una misma palabra puede poseer significados diferentes en distintos dialectos.


Para consultar sobre Lingüística:

BELINCHÓN, M., IGOA. J y A. RIVIERE. Psicología del lenguaje: Investigación y Teoría.
VEGA, M. y F. CUETOS. Psicolingüística del español.
VAN DIJK, T. La multidisciplinariedad del análisis crítico del discurso: un alegato a favor de la diversidad.
WODAK, R. De qué se trata el análisis crítico del discurso.
WODAK, R. y M. MEYER. Métodos de análisis crítico del discurso.
MORENO, F. Principios de sociolingüística y sociología del lenguaje.

Para consultar sobre Semiótica:

UMBERTO ECO. Tratado de semiótica general.
UMBERTO ECO. Semiótica y filosofía del lenguaje.

domingo, 15 de enero de 2012

SIMBOLOGÍA RELIGIOSA EN CUENTOS INFANTILES: MENSAJES CRISTIANOS PARA APRENDER LAS LETRAS.


Con “tradición cristiana” no sólo nos referimos a lo que esa religión considera como fuente de revelación divina, sino que también a la permeación en Occidente de la cultura y mitología judeocristianas en ámbitos tales como la moral, la cosmovisión y el floclore. Hay varios cuentos infantiles que nos han llegado por tradición como parte de nuestro folclore, lo que explica que todos los conozcamos. Podemos apreciar que en estos cuentos, legados por tradición, están plasmados   múltiples símbolos y mensajes cristianos, sin embargo los leemos a nuestros niños pese a que la mayoría de ellos no deberían ser considerados infantiles.

ALECCIONAMIENTO: EL OBJETIVO PRIMERO DE LOS CUENTOS

En primer lugar, debemos establecer que el objetivo de los cuentos o relatos  infantiles suele ser adoctrinar. Es por eso que estas historias incluyen una moraleja o lección, de manera que aleccionemos a nuestros niños desde pequeños. Las viejas historias del Cuco o el Viejo del Saco tienen por objeto asustar a los niños con respecto a salir solos de casa, hablar con extraños, mostrar mal comportamiento o no comer lo que les dan de comer, bajo la amenaza de ser secuestrados o cosas peores. El viejo pascuero y el Conejo de Pascua de Resurrección, a la inversa, cumplen con el objetivo de simpatizar a los niños con las dos principales festividades cristianas, llegando éstos a adorar la Navidad y la Pascua desde pequeños, aun sin comprender el trasfondo religioso. El Trauco, por otro lado, sería un  mito chileno  muy similar al íncubo, un demonio hebreo que violaba a las mujeres. La historia del Trauco cumplía una función aleccionadora para que las jóvenes y adolescentes no salieran solas de casa, pues el Trauco las podía atacar y embarazar.

CUENTOS NO APTOS PARA NIÑOS

En segundo lugar, podemos apreciar que muchos de estos cuentos llamados “infantiles” no deberían ser aptos para niños en absoluto, aunque no lo notamos porque los hemos oído desde que éramos pequeños, y lo mismo nuestros padres y abuelos. Es cosa de leer el Flautista de Hamelín. Esta historia narra cómo el flautista desratiza el pueblo y, al ver que el alcalde se niega a pagarle los honorarios que habían acordado, ahoga a todos los niños de Hamelín en un río. El objeto de entretener a niños de 3 o 4 años con una historia que acaba en genocidio infantil (con ilustraciones) radica en inculcarles una lección básica de nuestra economía, sobre la sanción de romper un contrato o no pagar un servicio, principio clave de nuestra convivencia. Lo mismo podría aplicarse a Hansel y Gretel, historia considerada “infantil”, en la cual dos pequeños hermanos se convierten en héroes al asesinar a una bruja quemándola en un horno. Pero volveremos sobre ella más adelante.

BLANCA NIEVES Y LOS SIETE ENANOS

Un cuento repleto de símbolos cristianos es Blanca Nieves y los Siete Enanos. El blanco de Blanca Nieves (blanca como la nieve) representa la pureza y la sobrevalorada castidad, en una inocente joven que no sobrepasa la edad estipulada como virginal. La protagonista cae en desgracia, pero es cuidada y protegida por siete enanos. ¿Por qué siete? El número 7, tan presente en el Apocalipsis (siete trompetas, siete ángeles, siete iglesias, siete sellos, siete estrellas, etc.) y en la Biblia en general, incluso en el Evangelio (perdonarás setenta veces siete) y también en la tradición esotérica posterior (siete peldaños evolutivos en la reencarnación), representa la divinidad o, atendiendo a la suma de los lados de un cuadrado (considerado perfecto) y un triángulo (considerado como nuestras tres dimensiones) a la relación entre lo humano y lo divino. Así, obtenemos del cuento que la divinidad protege la pureza. La manzana con que es envenenada Blanca Nieves representa el pecado. La manzana, en la antigua Grecia, era un símbolo de la sensualidad y el erotismo, tal como se puede apreciar en la poesía de Safo. También es asociada a la disputa y sus consecuencias, de acuerdo al mito griego de la Manzana de la Discordia, que habría originado la Guerra de Troya a partir de una disputa entre diosas. Al surgir el cristianismo, la manzana es importada de la simbología griega pero con la connotación de pecado, de manera que incluso el Fruto del Árbol del Bien y del Mal, que “pecaminosamente” comen Adán y Eva en el relato creacionista, más tarde sería reemplazado en la tradición por una manzana. Es decir, el símbolo sensual de la manzana, en la cosmovisión cristiana, es equivalente al Pecado Original (seguramente sin perder su connotación sexual). La bruja ya sabemos lo que significa: la antigua excusa cristiana para quemar a mujeres creyentes acusadas de pactar con el diablo con fines tan perversos como agriarle la leche a su vecina. Esta idea de lo diabólico evoluciona en el tiempo desde la persecución a los paganos, hasta consolidar la visión del paganismo como práctica satánica en la figura de la bruja.

Blanca Nieves ve a la bruja disfrazada para así “tentarla” a pecar. Esto es muy similar a Caperucita Roja que, en su inocencia, ve al lobo disfrazado de inocente abuelita. Sólo que Caperucita es menor que Blanca Nieves y es roja, no blanca, pues representa la madurez de la púber que aún es niña pero ya tiene cuerpo de mujer, mientras que el lobo representa, como depredador, a los hombres, cuyas verdaderas intenciones escapan a Caperucita. Volviendo a Blanca Nieves, la divinidad (los enanos) acaba asesinando a la bruja como castigo por envenenar la pureza con el pecado. Algunas versiones incluyen un rayo que la destruye, siendo el rayo símbolo de la divinidad en todas las culturas, desde Zeus, Perun y el oriental Hadad, al canino Xolotl, Yavé y la Providencia.

LOS TRES CHANCHITOS

En el caso de los tres chanchitos, el relato cuenta que un chanchito construyó su casa de paja; otro de madera; pero sólo el que construyó su casa de piedra o roca pudo resistir los soplidos del lobo. Este cuento es una adaptación infantil de la parábola de Cristo en Mateo 7, 21-28, según la cual el hombre que sigue las enseñanzas cristianas es como el que edifica su casa sobre roca, la que prevalecerá contra el viento y la tormenta, mientras que el que la construye sobre arena sucumbirá. Ambos relatos tienen la misma enseñanza: construid sobre roca y resistirás las adversidades. ¿Por qué sobre roca? En el Antiguo Testamento hay varias referencias a Dios como “la roca”. Sin embargo, atendiendo a que la primera versión del Nuevo Testameno fue escrita en griego, podríamos reemplazar en esta parábola la palabra “piedra” o “roca” por su traducción al griego “pedro”, de manera que obtendríamos: “la casa construida sobre Pedro jamás será derribada”. En otras palabras, un mensaje de supremacía de la Iglesia Católica, para legitimar la sucesión papal encomendada por Jesús originalmente a Simón y a la Iglesia misma desde entonces:  “Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro (o sea piedra), y sobre esta edificaré mi Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer” (Mt 16, 18). Por supuesto, la aclaración Pedro/piedra se incluyó en las traducciones del griego a otras lenguas.

TÍPICOS ELEMENTOS COMUNES

* Nobleza de nacimiento, la belleza de cuna

En la mayoría de los cuentos infantiles hay dos elementos comunes: las brujas y los príncipes y princesas. Los mensajes que han transmitido a los niños son, uno, el principal mensaje cristiano durante la Edad Media: “¡Matad a la bruja! ¡Quemadla!”. Ejemplos son Hansel y Gretel, la Bella Durmiente, Blanca Nieves, etc. En la Bella Durmiente la bruja se convierte en un dragón, símbolo en Occidente del mal (como la criatura del Apocalipsis) y de la batalla entre el dragón y un héroe, llegando los católicos, por tradición, a venerar a  San Jorge, santo católico, nada menos que por matar a un dragón. El otro viejo mensaje guarda relación con mostrar la virtud de la nobleza y simpatizar a los niños con ella, establecida y validada históricamente mediante la unción a un rey o príncipe por parte de un obispo o papa que instituía el cargo. Es por eso que los héroes que vemos son príncipes derrotando al mal para salvar a una princesa, que representa la virtud, tal como los príncipes y reyes luchaban contra el paganismo y los enemigos de la Iglesia. Hay variantes como la Cenicienta que, por su virtud y la del príncipe, asciende socialmente; y, la del príncipe convertido en sapo, esperando por recobrar su aspecto mediante un beso de amor. Así, se establece la idea de que el título noble es algo intrínseco a quien lo ostenta y no puede ser derrocado ni siquiera con brujería o mediante el poder del demonio. De esta manera, el príncipe, señor feudal o noble cuyas acciones son reprochables, habrá de ser respetado de todas formas, pues cambiará sus actos en la medida en que sea amado pese a sus acciones. Esto es muy similar al pasaje del sacrificio de Isaac, donde el dios judío demuestra que debe ser obedecido ciegamente, al punto de que Abraham sacrifique al único hijo capaz de darle la descendencia prometida por la divinidad. O el libro de Job, donde el personaje da muestras de una fidelidad intachable pese a todos los tormentos que Dios enviaba para probarlo, tal como haría con el pueblo de Israel, sometiéndolo a tormentos para demostrarle que aquél era su pueblo elegido.  En estos cuentos infantiles, los autores legitiman la nobleza y los títulos de la Corona tal como el cristianismo hizo ungiendo los obispos y papas a aquellos gobernantes.

En este caso, la princesa representa al pueblo, que ha de validar al príncipe con su fidelidad al título real, pese a su asco “ante el sapo”. Es por eso que el autor moderno Hans C. Andersen, a través del Patito Feo, rescata la idea de la belleza interior en contraposición a la belleza social, estableciendo esta última como una convención. Andersen (S. XIX) se crió en una extrema pobreza, lo que determinó los mensajes de muchos de sus cuentos.

* Esas malas madres

Volviendo a los relatos de origen católico, la madrastra de cuentos como la Cenicienta, por otro lado, representa a “la impostora, la madre que es falsa”. ¿Por qué otro motivo las madrastras habrían de ser tan crueles y perversas en estos relatos? Porque la Madre Iglesia y la Madre Virgen “protegen a sus fieles”, y no pueden ser reemplazadas. Cualquiera que lo intente es una “madrastra”, falsa doctrina o falso profeta. Por último, el hada madrina es un ser que se toma de la mitología celta (el hada o espíritu de la naturaleza) y se fusiona con otro ser imaginario: el angelito de la guarda. El resultado es un hada “madrina” que protege a un niño o joven en particular.

* El oficialismo, orden establecido y pecados capitales

Hansel y Gretel es también un cuento muy aleccionador en materia de moral cristiana. Al entrar los pequeños hermanos en el bosque, alejándose de la casa paterna/pater/oficialismo, se precipitan a la desgracia. Pese a que dejan un rastro de migajas de pan (representando que, aun yendo por mal camino, mantienen un lazo con el orden establecido) caen en desgracia al sucumbir a un pecado capital: la gula. La inocente anciana resulta ser una bruja perversa. Aunque no hay indicios en el cuento de que practique la brujería, ella “se come a los niños”. Este elemento demonizador de lo pagano, posteriormente tendría ciertos derivados, como la idea de que los ateos y los comunistas no quieren a sus hijos (esta última creencia presente en los EEUU durante la Guerra Fría) o la idea más reciente de que parejas homosexuales son incapaces de criar niños; sólo serían capaces de dañarlos y traumarlos de por vida. Finalmente, ambos niños se convierten en héroes al burlar a la bruja y arrojarla dentro del horno para morir calcinada. Es decir, el mensaje es claro y rotundo: pese a haber “perdido el camino” de lo correcto moralmente, la redención es tan sencilla como quemar una bruja. Esta redención puede lograrse, de acuerdo a la época, mediante el rechazo a cualquier práctica contraria al cristianismo, o literalmente, acusando a alguien de brujería para que lo maten.

Éste es el análisis de algunos de los cuentos que surgieron en el folclore de Occidente y que se han transmitido de generación en generación, siendo puestos por escrito por autores como los hermanos folcloristas Jacob y Wilhelm Grimm. Estas historias han servido para adoctrinar a los niños mediante mensajes cristianos o lecciones morales de origen cristiano.

Si usted es ateo y quiere una educación secular para sus hijos, puede optar por ponerles Discovery Kids o leerles autores infantiles modernos o contemporáneos, pues, entre muchos de los cuentos que nos ha legado la tradición y la Biblia, no hay mucha diferencia. A esto sumemos que varios cuentos sobre brujas y ogros que matan a los pequeños para comérselos no son precisamente aptos para niños ni “educativos” en cuanto a los parámetros que manejamos ahora de lo que podemos querer para nuestros hijos.

IGLESIA ABSURDA EN TRES ACTOS


Teatro del absurdo: La inspiración divina de la doctrina católica o El continuo parche de sus pecados. Ensayo en tres actos.


Acto 1: Textos Inspirados. Cabe preguntarse mediante qué medios la Iglesia Católica –que durante siglos fue, no sólo la única doctrina cristiana, sino también la voz del oficialismo en Occidente– ha legitimado su poder terrenal. Como pudiera preverse, lo ha hecho mediante su misma doctrina, pues asegura, no sólo la inspiración divina de los textos bíblicos, sino también que la misma Iglesia ha sido inspirada a lo largo de la historia por el Espíritu Santo. En vez de refutar sus creencias irracionales (dogmas) racionalmente, voy a utilizar la razón para poner de relieve las inconsistencias de su propia doctrina. Muchas preguntas surgen a propósito de esta creencia “de fe”. Si aceptáramos la existencia de Dios, ¿por qué sólo la religión cristiana habría de estar inspirada y validada por ese dios, incluyendo los textos que la fundamentan? Si los católicos hablan de mitología greca, latina, egipcia o maya, ¿por qué no hablar de mitología y literatura judeocristianas? Desde el punto de vista de un creyente, ¿qué vuelve al dios cristiano una mejor musa que otros dioses? ¿Desde cuándo el deber ser valida el quemar brujas en la hoguera por sobre sacrificar vírgenes en un altar? Si creyéramos en este montaje de la inspiración, ¿no deberíamos considerar como inspirado cualquier texto religioso?

El primer problema que encontramos con esta creencia está en la Biblia, primer libro impreso y principal best seller de Occidente. El Antiguo Testamento, considerado como inspirado por Dios –y por ende, también las leyes que se prescriben en él– habla de asesinar a homosexuales, adivinos y adúlteras, estipula el realizar sacrificios animales, no hablar siquiera con personas no judías bajo pena de quedar impuros para el sacrificio en el templo. Curioso resulta que hubiera pena de muerte para las adúlteras mujeres, pero no para las prostitutas, que resultaban útiles a los adúlteros. La Iglesia afirma, no sólo que estos 73 libros de la Biblia fueron inspirados, sino que su autor es el mismo Dios, y los verdaderos escritores serían autores secundarios. Sin embargo, la ley de Moisés, supuestamente escrita de la pluma del mismo Dios, no se parece en un ápice al mensaje de Cristo. Si aceptáramos la existencia de dios(es), ¿por qué no validar mejor a religiones politeístas como la romana o la griega, que sí dan cuenta de un código ético y cívico mucho más sustentable y civilizado? Ahora surge la pregunta inevitable: ¿se escapan a esto los evangelios? La verdad es que los evangelios expresan y dan cuenta de lo que a sus autores se les ocurrió, más leales a mitificar a Cristo como dios que a la veracidad de lo ocurrido. Por ejemplo, los evangelistas hacen hincapié durante todo el relato en que se cumplieron en Cristo las profecías del Antiguo Testamento, sin escapárseles el más mínimo detalle: que no le romperían los huesos, que nacería en Belén (para lo cual dispusieron un censo que no está registrado), que resucitaría, que sería descendiente de David, etc. También los creyentes actuales adecúan las alegorías del Antiguo Testamento a Cristo, para que milagrosamente todo calce. Desde el punto de vista de la literatura, es evidente que los evangelistas escribieron haciendo una lectura del Antiguo Testamento para ajustarlo a Cristo, con el objeto de establecer su divinidad, ocupando también otros recursos literarios e interpolaciones para ello, tales como sus múltiples milagros, el igualarlo con el dios judío y con una tercera persona (Santísima Trinidad) e, inserta en esta mitología, la inclusión de rasgos interculturales del Imperio Romano, tales como el culto a Isis, diosa Madre, madre virgen y Reina de los Cielos, que pasaría a conformar la doctrina mariana, o reemplazar el solsticio de invierno, celebración del dios romano Saturno, por la Navidad. Pero en realidad, antes de este paulatino montaje dogmático, los primeros cristianos eran una secta conformada por grupos en disputa que ni siquiera estaban de acuerdo en si seguir a Cristo o a Juan Bautista, pues ambos tuvieron varios discípulos (y por eso los evangelios que conocemos justifican a Cristo como maestro de Juan). Cabe mencionar que los evangelios que nos han legado las primeras autoridades de la Iglesia fueron escritos como parte de este montaje doctrinal, bastante tiempo después de la muerte de Cristo. Con la escenografía de los dogmas como fondo, la proliferación de guionistas ávidos por escribir sobre el popular mesías, y los únicos testigos muertos, la Iglesia hubo de convertir al protagonista de la obra, Cristo, en el principio y fin del Universo, un dios ante el cual todo ser humano es culpable y responsable de su asesinato, pues “se dejó matar por todos nosotros”. Ser insignificantes ante este dios omnipotente no impide que lo podamos ofender y enojar, ni que estemos en deuda con él por asesinarle. Este dios, amigo y enemigo, es la principal inconsistencia de la doctrina católica: Él nos ama, mas su amor exige nuestros méritos; perdona nuestros pecados, siempre que nos confesemos y seamos conscientes constantemente de nuestra culpa, aunque no sepamos de qué somos culpables; exige que creamos en él, por lo cual nos envía calamidades “para probarnos”. Pero detrás del telón de esta obra del absurdo, los cristianos, desde el principio, nunca se arrodillaron ante Cristo (él ya estaba muerto), sino ante su nombre idealizado, es decir, ante la Iglesia Católica, dueña del Cielo y de muchísimos bienes terrenales que ha obtenido por aquí y por allí, vendiendo el Paraíso y salvando a la gente del Infierno (nótese que la idea del Infierno es exclusiva de la religión cristiana).

La Iglesia, en un acto de “inspiración”, seleccionó sólo cuatro evangelios y otros 23 libros del Nuevo Testamento como divinamente inspirados, ratificando esta selección en el Concilio de Trento y determinando no sólo los textos canónicos, sino también la traducción válida. ¿No les parece demasiado que Dios inspire a ciertos traductores? Esto se hizo con el objeto de legitimar la Biblia católica por sobre los grupos protestantes emergentes, determinándose la Iglesia a sí misma como inspirada por el Espíritu, única capaz de interpretar la Biblia y también de administrar los dones del Espíritu Santo a través de los sacramentos. La leyenda de aquel concilio cuenta con versiones tales como la paloma que se posó en los libros señalando los que eran canónicos, o que estos cuatro evangelios fueron los únicos que no se cayeron de la mesa. Es decir, la inspiración divina en la escritura de los libros del Antiguo y Nuevo Testamento es una creencia arbitraria que surge de una decisión política fundamentada desde sus inicios en una mentira: que Dios es autor de esos textos y que la Iglesia es instrumento de ese dios. No es necesario profundizar en lo mucho que se contradice la Biblia con la arqueología contemporánea; baste mencionar que el mesías que los judíos esperaban no se parece a Cristo en absoluto. En aquella época hubo otros mesías que tuvieron seguidores, pero no contaron con la suerte de convertir a la cabeza del Imperio. Pese a que Cristo criticó duramente la ley y a las autoridades judías, los evangelistas utilizan la misma tradición para legitimarlo como el Mesías, agregando a su condición mesiánica una naturaleza divina. Esta tergiversación hecha por San Pablo y apoyada por ciertos evangelistas habría sido inaceptable para un creyente judío, para quien hay sólo un Dios.

Quizás podríamos admitir (con imaginación) que tal vez existió un Abraham (o más de uno) que concibió un dios monoteísta e indujo de ello la idea de sacrificar animales en vez de personas (según el pasaje del sacrificio de Isaac), pero de todos modos sacrificó la dignidad humana de todo un pueblo con las ideas de la culpa y la bajeza humana, que serían profundizadas por los cristianos desde San Pablo en adelante. Pues tal como señalara Nietzsche, la culpa nace del concepto de deuda, y la mayor deuda que puede concebir el ser humano es el monoteísmo (Genealogía de la moral, segundo tratado). Los judíos inventaron un dios protector que los cuidara de otros pueblos a cambio de lealtad, un dios exclusivo de los judíos, tal como después pasarían a ser ese dios y su salvación exclusivos de los cristianos. Pues la Iglesia profesa que todo hombre es concebido en pecado, y que a través de su rito de iniciación (el Bautismo) devuelven a los bautizados su semejanza con Dios, pues todo aquél que conozca a la Iglesia y no se adhiera a ella, niega su propia salvación.¿Qué se puede decir ante esto?

Acto 2: Iglesia inspirada por Dios. La Iglesia profesa en su credo que ella misma es santa, considerándose obra santificada de su dios (“Creo en la santa Iglesia Católica”). La creencia anexa de que la Iglesia es inspirada por el Espíritu Santo se manifiesta en el dogma de la infalibilidad del papa como vicario de Cristo en la Tierra. De acuerdo a este dogma, todo lo que el papa diga de manera ex cathedra, es decir, en materia de fe, doctrina y moral, como autoridad ante millones fieles, es considerado verdad indiscutible e incuestionable, no sujeta a errores, pues el mismo hombre-dios Cristo cedería a su “vicario”, el obispo de Roma, su divina infalibilidad. Por supuesto, este dogma fue promulgado por un papa: Pío IX, en la segunda mitad del siglo XIX, ¡qué conveniente! Hay que aclarar que, para la doctrina católica, los dogmas ratifican una verdad revelada por la tradición, que junto a los dudosos textos, es considerada fuente de Revelación divina. Por lo tanto, se puede inferir que cualquier papa puede representar a Cristo con autoridad, no sólo en materia de fe, sino también de moral y costumbres. ¿Qué ocurre con la autoridad moral de los papas que se acostaban con prostitutas, los que vendían bulas para que les compraran una habitación en el paraíso, los que participaron en guerras y quemaron a científicos defendiendo su dogmatismo? El papa que ordenó, no sólo asesinar a Isabel I por ser anglicana, sino que declaró que quien la asesinara iba a ganarse el Cielo, ¿también es una autoridad moral a la altura de Cristo? Cristo proclamó una Iglesia universal. Cuando Benedicto XVI declara que la religión católica es la verdad absoluta y única, y que las demás creencias están completamente erradas, ¿está siendo fiel al mensaje de Cristo? No es necesario ser historiador para poder apreciar que la Iglesia Católica y sus autoridades, en vez de asemejarse a Cristo, se parecen más bien a los fariseos a los que Cristo insultaba y maldecía, incluso hoy, también en Chile. El cristianismo es una construcción social más bien corrupta que semejante al Evangelio, pero pese a no ser precisamente “un destilado de virtud”, utiliza el nombre de Cristo para legitimarse y el de su dios para validarse, y, haciendo gala de la bandera de sus dogmas incuestionables, se ha convertido en una suerte de fariseísmo actual. Ha sido una doctrina íntimamente ligada al oficialismo occidental en su desarrollo histórico, provocando más daño que bien a la humanidad. En vez de integrar y acoger, como predicó su dios, es segregativa y exclusiva. Mediante su concepción de pecado y la tiranía de la culpa, segregan a homosexuales, separados, divorciados, a los hijos de separados y divorciados, a los que se aman sin estar casados por la Iglesia y, para no alargar demasiado la lista, a todos los no católicos, sean éstos ateos o de otras religiones, “que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error”, como rezan los católicos a la Virgen en el mes de María. Sin embargo, la Iglesia afirma estar inspirada por el Espíritu Santo a través de carismas o dones que se manifiestan en las cosas buenas, ¿pero estos dones no deberían poseerlos los papas y los cardenales que los eligen? Cuando las autoridades de la Iglesia a nivel mundial se hacen cómplices de abusos sexuales a menores, los ocultan y esconden sin tomar medidas hasta después de que la prensa los vuelva asunto público, toman esas medidas para protegerse a sí mismos y no a las víctimas, e incluso entonces hay autoridades con cargos importantes en la Iglesia mundial, como el cardenal Jorge Medina, que restan importancia a que un sacerdote abuse de un menor de edad, ¿qué pasó con el Espíritu Santo? Si la Iglesia no está mal, entonces su dios está fallando. O es falso que el espíritu divino de la Trinidad inspira y alienta con su soplo a la Iglesia, o tal vez el Espíritu Santo tiene enfisema, pero ciertamente hay algo en la institucionalidad católica que está fallando. Esto no es culpa de los laicos católicos, pero se crea un círculo vicioso en la medida en que otorgan su lealtad a la Iglesia corrupta y creen de corazón que su religión está inspirada, alentada, revelada y validada nada menos que por Dios, confiando sus vidas y confidencias personales a cualquier sacerdote, creyendo que por ser éstos ministros tienen una respuesta casi divina a todo. Para seguir con el tono dramático de este ensayo, voy a representar esto con una conversación hipotética.

CATÓLICO: Mis creencias religiosas y morales están inspiradas por Dios.
ATEO: Yo no creo en Dios.
CATÓLICO: Entonces irás al Infierno, o en el mejor de los casos al limbo.
ATEO: No creo ni en el Infierno ni en el limbo.
PAGANO: Yo creo en Dios.
CATÓLICO: Pero tu dios no existe, el que existe es el mío.
PAGANO: ¿Cómo lo sabes?
CATÓLICO: Porque mis creencias están inspiradas por el verdadero Dios.
ATEO: Dime, ¿los sacerdotes pederastas están inspirados por Dios?
CATÓLICO: Justo ésos no fueron inspirados, al menos no estaban siendo inspirados justo cuando abusaron de menores, en ninguna de las reiteradas veces que lo hicieron.

Y la conversación puede ser eterna. Hay que recalcar que religiones no cristianas son bastante tolerantes e inclusivas con los otros credos, no las confundamos con los fundamentalistas católicos que los medios hacen notar ni olvidemos quiénes iniciaron las cruzadas. Los católicos, en cambio, se han caracterizado históricamente por proclamar una verdad absoluta. Si bien permearon elementos de otras culturas, tanto cuando se cristianizó el Imperio Romano como en las misiones en América, lo hicieron, en la primera ocasión, para asegurar sometimiento; en la otra, lo mismo; los colonos asesinaban a los indígenas propiciados por la Iglesia Española y los Reyes Católicos, dándole a los aborígenes la “oportunidad” de vivir como esclavos en vez de simplemente morir, mientras los misioneros los bautizaban para asegurarles, a cambio, una buena vida después de la muerte. Pues el rito del bautismo no es sólo una iniciación a la comunidad católica, sino que garantiza el Paraíso de los que están en lo correcto. Tanto así que cualquier laico puede bautizar a un bebé en peligro de muerte, “para salvarlo del limbo”. Esta costumbre proviene de la creencia milenaria que se mantuvo hasta Benedicto XVI, quien perdonó el limbo a los infantes que no alcanzaron a bautizarse.

Acto 3: Caen las máscaras. Supongo que ya no se preguntan por qué la Iglesia afirma estar inspirada por el Espíritu Santo. Ya se habrán dado cuenta de que es para sustentar su poder terrenal mediante la misma doctrina que profesan. ¿Se imaginan si el Estado civil dijera que sus acciones y políticas están inspiradas por Dios? Sí, es cierto, están pensando en que aquello históricamente ya ocurrió. Durante siglos los emperadores y reyes fueron ungidos como tales por un obispo o por el mismo papa. De esta manera, los villanos que trabajaban para el señor feudal y vivían de sus sobras jamás pensaron en sublevarse, pues la aristocracia y las autoridades políticas habían sido “legitimadas por Dios”, mientras la Iglesia Romana contaba con la lealtad de los gobernantes y el diezmo de cada ciudadano. No hubo mejor manera que la religiosa para establecer una sociedad estamental que todavía no cambia del todo. Incluso hoy, los jóvenes católicos van a misiones y trabajos con las mejores intenciones, pero a través de grupos que buscan un adoctrinamiento católico de los pobres. El problema de esto es que el adoctrinamiento, de por sí, excluye la realidad y punto de vista del otro en pos de lo que el misionero adoctrinador cree correcto. El producto son jóvenes levantando mediaguas para crecer en la fe con sus compañeros de credo y clase social; personas que dan una limosna como anestesia para su conciencia, una solución de algo de dinero sobrante para aliviar la conciencia de su responsabilidad en el problema de fondo. A través de estas prácticas, la gran mayoría de los católicos convierte la caridad, no en un acto de justicia, sino en un ejercicio masturbatorio. Pues en efecto, incluso un acto a favor de otro puede ser realizado principalmente a favor del propio bienestar. La doctrina católica, con los méritos que su dios exige para entrar en el selectivo Paraíso, es experta en ello.

Así que la respuesta a la inspiración divina de la Iglesia, sus textos y su tradición es ésta: todo ese aparato valida con la doctrina su propio poder político. La respuesta de los católicos a todas estas contradicciones es que lo bueno de la Iglesia está inspirado por Dios, mientras que lo malo es culpa del hombre y la terrenalidad de la institución. Pero si algo es bueno y malo al mismo tiempo, ciertamente es netamente humano, aunque el credo católico disocie el origen del bien en favor de su dios y el origen del mal en perjuicio de la humanidad. Y si fuera cierto lo que profesan los católicos, ¿podría alguien pedirle a Dios que inspire a su Iglesia completamente? Nos ahorraría muchos problemas. Pero si usted es católico, debe saber que los religiosos rezan constantemente por esto, para que su dios guíe a la Iglesia y a los sacerdotes. Por lo tanto, sólo queda pensar que la Iglesia sí es una construcción humana en su totalidad, una institución que ha asesinado a muchos, ocultado abusos a menores, como cómplices del delito y obstructores de la justicia civil; ha fomentado la desigualdad y la ignorancia y, para equilibrar su enorme corrupción, recomienda a sus fieles “hacer buenas acciones”, tales como lavar la loza, no asesinar a nadie, confesarse continuamente, donar su 1% y devorar a Cristo al menos semanalmente para absorber su espíritu, tal como hacían los aztecas con los órganos de sus enemigos.